«Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo» (Benjamin Franklin)
Hablamos del crecimiento de la Red como si fuera un dato más pero todos los días contribuimos a ello y todos los días nos agrega alguien nuevo o llegamos a él por cualquier canal social. La Red crece en número de usuarios pero a la par de la evidencia de este crecimiento, está el de la velocidad de la información. Cada día que pasa es más difícil no solamente absorber el contenido, sino llegar a la reflexión. Y sin esa reflexión la productividad personal y la absorción de conocimiento quedan mermadas.
Da igual si recomiendas una herramienta o hablas de una experiencia personal, en ambos casos, aunque sean tan dispares, debería haber una implicación. Debemos crear la necesidad de aportar y si no mantener un prudente silencio.
A lo largo de los años vas conociendo personas nuevas que las mantienes junto a ti porque de una forma u otra dan valor a diferentes aspectos de tu vida, cuando éso deja de suceder o bien las excluyes o simplemente las alejas. Consciente o inconscientemente van recorriendo el camino junto a ti aquellos que te aportan, te ayudan, te estimulan o te hacen crecer como persona. Ese modelo de crecimiento deberíamos trasladado al plano profesional, deberíamos favorecerlo. Debe mantenerse el proceso de socialización en red y la generación de contenido pero al igual que en un pentagrama hay silencios entre las notas, en la comunicación también debe haberlos.
Apostemos por la calidad y no por la cantidad, apostemos por generar conocimiento, por estimular el aprendizaje. Si nos paramos a pensar de dónde obtenemos ese conocimiento no es difícil reconocer a los diferentes mentores invisibles que conforman nuestro círculo de aprendizaje, aquellos que no solo se preocupan en lo que van a comunicar sino en cómo hacerlo y que llegan a nosotros porque estimulan nuestras mentes. Ése es el mensaje que retienes, que te lleva a la reflexión y de esa reflexión a generar nuevas aportaciones.
Hay una tendencia a replicar modelos comunicantes y en cambio nos falta implicación, nos falta autenticidad, nos falta opinión y en muchos casos la dosis necesaria de emoción. En comunicación es importante aportar experiencias, opinar, no dejarnos llevar por discursos preconstruidos, no tener miedo a la crítica, buscar a nuestros interlocutores válidos y no esforzarnos demasiado en gustar con nuestra conversación sino esforzarnos en seducir con nuestro mensaje.